martes, 8 de agosto de 2023

No-borrador no-infinito de ayer: 7 de agosto.

 Leer a otros me hace bien. De alguna u otra forma es como un empujoncito a correr. A correr a escribir. O a andar en bicicleta, tal como lo hizo la Caro en una tarde de verano cuando éramos niñas. Nuestros paseos en bicicleta son de las mejores cosas que recuerdo, también la emoción de no haberme caído y haber seguido sola en el camino. 

A veces pienso que estoy en algo así ahora. No sé cuánto dure ese ahora, pero sigo sumergida en él tal como sigo sumergida en esta ciudad en la que decidí adentrarme. Desde junio que convivimos en este nuevo de partamento y está dentro de un condominio. Vivo en una calle muy transitada, en la cuadra que da entre dos calles aún más transitadas en en centro de la gran capital de lo que es Chile. Pero estoy escondida, hacia dentro. A veces pienso que mi realidad actual se ve reflejada en eso, en mi espacio. Veo luz y calidez en mis paredes por reflejos de otras ventanas que tengo pegadas a mí. Pero no es tan terrible como a veces piensan. 

Dejé de insistir en aparentar esto que llevo encima. No sé bien qué es, no creo tampoco que alguien pueda lograr entenderlo. No sé si es la acumulación de sucesos, la acumulación de traiciones, o la acumulación de abusos. Súmale a eso la acumulación de exceso de estímulos que no quiero vivir pero que vivo a diario estando acá. Yo sé que hay muchas cosas por las cuales no quejarse pero a veces siento que no puedo seguir viviendo. Estoy acá en mi trabajo escribiendo esto y son las 15.25 hrs de un día lunes, es decir: la pena no se remite a los estados de soledad ni tampoco de falta de energía. Tengo sueño como para una siesta, sí, pero eso es normal. En realidad todos los días tengo sueño como para una siesta. Pero voy a que no es tanto como para que mi cuerpo me haga sentir excesivamente deprimida y así tener ganas de no vivir. No sé si precisamente en este momento tengo ganas de no-vivir, sin embargo, no tengo ganas de ir -nuevamente- al gimnasio porque me quedaría encerrada escribiendo, reparando mi cámara estenopeica, pintando, conociendo mis colores, re-aprendiendo a dibujar. Estoy en un momento más adentro que nunca y siento que todo lo exterior me ahoga como si de ahogarse se tratara la vida. No quisiera preocupar a nadie en realidad, estoy un poco cansada de eso. Pero al final igual termina pasando. Siento que no estoy disponible para nadie más que para mí misma, con suerte, para mí misma. Me pregunto entonces si seré merecedora de amor y compasión. A veces creo que no. Y eso no está bien pero el resto tampoco se merece mi —mala— presencia. 

Gracias Javi por el Tofu y las papitas duquesas y el quequito de anoche con chocolate y nueces y por el pancito con huevo revuelto envuelto en papel de aluminio y por el queque que me cortaste y envolviste hoy en la mañana y por irme a dejar en buzo al metro y por los besitos que me das cada día cuando ya no puedo seguir existiendo. Me gustaría mucho poder entregarte eso y tanto más. Un elefante está pisando mi pecho. No sé si es la emoción de amarte o si es el mareo de lo mal que me siento por seguir viva aquí en esta oficina de la cual ya no me siento tan ajena pero que ni por costumbre podría sentirme algún día bien. 

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