sábado, 25 de mayo de 2019

El cielo en Quillota



Lo único que ha estado hablando es la materialidad fotográfica exteriorizándose de la forma más oportuna, como una extensión de los sentires.
La sensibilidad se calla,
el cuerpo responde gritando.

Nunca creer
en las delicadas coincidencias.

El presente está sobreviviendo así,
y es todo lo que está rodeando(me).

Nocturnidad

Soñé anoche que volvía a participar en un corrida. Pero era una corrida nocturna, en un extraño pueblo. Como esos lugares que visité tantas veces cuando chica, hace ya unos diez u once años. Viajaba por la quinta región con un grupo de personas que nunca he sabido explicar nuestra genuina relación pero linda, aunque colmada de dramáticas situaciones de las cuales yo no debería haberme enterado, o preferiría no haberme enterado.
Viajábamos por la quinta región yendo a corridas: 2, 4, 5, 8, 10 kilómetros.
Conocíamos gente.
Nos sabíamos las caras.
Las fotos se extraviaron.





Conocí tantos lugares costeros, tal vez de ahí viene mi necesidad de ahondar en esos pueblos fantasmagóricos que encierran dentro de sí alguna especie de somnolencia infinita. Arena, olas y sol cargadas de superficialidad para sus residentes habituales.

Todo está lejos.




Tal como mi sueño.








iba primera, no era un escenario difícil de imaginar aunque sí lejano. La sensación era la misma. Hasta que me perdí. Iba tan rápido y tan adelante que me perdí del camino, por una mala organización. Y llegué al final de un camino de tierra con construcciones a punto de ser demolidas en un escenario nocturno. Al darse la vuelta hacia el resto del camino de regreso se interponían unos perros que probablemente me acorralarían y me morderían.
Lo supuse,
lo pude sentir en la atmósfera del momento.
Y yo ya había parado, perdí el hilo, me comió el miedo.


Minutos más tarde aparecieron unas chicas de la edad que yo tenía cuando participaba en esas cosas,
me ayudaron.
Me guiaron.
Detuvieron a los perros, me abrieron el paso.
Ya me habían pasado, pero yo ya iba tranquila.
La multitud se olvidó de mi existencia, se enfocaron en otra. En otra que siempre me quiso ganar, a mí y a todas. Porque éramos amigas pero también éramos competencia.


Y de apoco, fui alcanzando.
Sobrepasé las motos,
los autos,
la gente.


El resto lo olvidé, pero qué importa.



Prefiero quedarme con la sensación de la pérdida de orientación y mi propia guía.





Sé que algún día conoceré esa muralla de adobe a punto de caerse, el camino de tierra, y los terrenos baldíos llenos de maleza verde.