La tía de las muchachas me llevaba consigo a cuatro metros bajo tierra, por ahí cerca del purgatorio. Era impresionante, no estaba en el cielo como todos creían. Me había invitado a tocar el arca, pero casi terminé siendo el postre de los gusanos. Yo, confiada por el arte y ella por su intuición, creíamos que tenía una gran potencialidad creadora. Me equivoqué. Ella lo había confundido con el sexo. Lo siento, señorita -le dije-, aún no estoy disponible para aquello. A veces olvido que el mundo ya no toma en cuenta lo de en sí de las personas, sino que su cuerpo como arma mortal. Ahora por mi parte, líbranos del mal, y amén, decidí no ser esclava de la pantallita cautivadora, ni menos de las quemaduras por semana de la piel.
Su tía es media extraña, pienso, siempre intenta llevarme consigo hasta el final. Hay cuadros de indígenas por todas partes y un par de flores colgando boca abajo desde el techo. Quién lo diría. Se trae con ella cada día todos los días del mundo. Quién tendrá tanta memoria para eso -me pregunto-, quién es tan sumamente estoico como para no culpabilizarse por tantos crímenes. <<Silencio de mente y voz>>. Perfectos, rectifico. Seguí caminando por el pasillo. Mientras avanzaba en tiempo y lugar, todo se hacía más estrecho. Había menos espacio. Éramos solo ella, yo, y las chupeteadas de sangre. Estoy desesperada -¡grito para mí!-. Ya no hay vuelta atrás y la alergia ya me consumió. Era rancio, era asqueroso, era morboso, era perverso. Le encantaba ver cómo me ahogaba en mi claustrofobia, y yo seguía mirándola con los ojos humeantes y confundidos.
Ella se marcha lenta, decidida, y orgullosamente de mi lado, sin si quiera mirar una vez hacia atrás. Yo estaba llorando consumida por la rabia, cómo caí en eso -me preguntaba-, cómo voy a salir de aquí. Era inexplicable su momento de triunfo y traición, fue como si las muchachas... ¿las muchachas? ¡¡¿y las muchachas?!! Ah, sí, ellas debieron haber arreglado todo esto para caer con ellas. La muerte nunca suele perdonar y atrapa sin compasión a quienes nos encuentra. Pero anteriormente a todo, hace sufrir, arrastra, hace vomitar, retorcijarse de dolor en el suelo tal vez; y todo esto sin remordimiento, porque es ella, porque se lleva todos los años del mundo en su piel.
Seis meses. Santo noviembre.
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