Cuarto días,
y yo sigo esperando al viciado e interesado séptimo de cada mes,
para darle algún sentido a la reiteración de la que formamos parte.
Tres días,
y llega otra vez la fotografía del café
(o del Cáñamo)
que me hago creer a mí misma que somos tú y yo
absolutamente solos, como sentía en esas horas.
Dos días,
y es el día más codiciado para intentar matarse,
soledad e hipocresía en su máxima unión y expresión.
Un día,
y sería capaz de amarrarme al suelo,
cerrar candados,
ahogar relojes,
quemar calendarios,
paralizar las calles,
y seguir para siempre en hoy.
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