viernes, 9 de mayo de 2014

Señor de la micro:

¿No considera, usted, que debió haber existido mucho menos trámite?

Antes de encontrarte, busqué la cantidad exacta en mi bolsillo de la segunda chaqueta favorita. No había suficiente (o sea, tenía a parte de los $200, una enterita de $500), me faltaban $50, así que pensé que me los debería cagar no más po, a uno de la 6. Sí, porque esos te hacen menos problemas normalmente que los otros. Así que pacientemente esperé esa. La encuentro (o ella a mí) y le paso las cuatro moneditas. Habían dos personas detrás de mí y yo con una mochila para acampar más una bolsa. Y me llama. Me llama el muy maricón a recordarme que son doscientos cincuenta. Así que me devuelvo, dejé la cagada con tanto bulto, tan poco espacio, tantas personas, y en sentidos contrarios, todo eso sobre una micro en movimiento. Me lo repite, y no queda otra que pasar la moneda de $500. Me devuelve sólo una de 50, y me quedo ahí, él me mira, vuelve a su mano y se encuentra con la máxima. Me pide disculpas tiernamente, me quedé con los 50, y luego por equivocación, en vez de pasarme otras cuatro de esas, me pasa de 100. Así que, querido amigo, usted me transportó por Quillota de mi amor sólo por cincuenta pesos, cincuenta hermosos pesos. Paletiao el tipo, ¿o no?. Ahora pienso, ¿por qué no me lo propuso desde el principio? Creo que habrían sido muchos menos encuentros desgraciados. No se ha estado permitido nunca alterar el orden natural de una micro.

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