miércoles, 23 de abril de 2014

[Día número once, en la clase dirigida por quien lleva consigo el nombre de mi calle desde que tengo dos años y medio].

Anoche pensé por cinco minutos en la vieja de melena negra. Soñé luego, ya dormida, que se casaba con alguno de sus hombres de veinte, esos que siempre buscó. Estábamos (tú y yo) sentados en el suelo de la calle posterior a la casa del Tito. La tarde estaba tan cálida y colorida como esa de vacaciones de invierno que recuerdo, ahí también. De pronto pasa un grupo de gente bien arreglada por ahí (supongo que iban al matrimonio) y la mayoría de las mujeres tenían las pechugas grandes o normales (que para mí siguen siendo grandes), y yo celosa te comento que eso también era una mentira, que eran de goma. No recuerdo qué hablábamos antes, pero estoy segura de que lo dije doblemente picada.

[Suena la primera alarma].

Siguen entonces los colores de la tarde. Estoy frente a un lavamanos medio antiguo y blanco, se parecía al del patio de mi casa. Aparece un ratoncito plomo, y nos logramos comunicar. No era sorprendente. le digo que baje conmigo, necesitaba preguntarle algo, y vamos al patio. Pero él se va por la cañería, sí, todo roñoso. Y yo la muy linda por la escalera, y no me ofrecía a llevarlo. Aparece después de unos minutos de esperarlo, por el desagüe, todo mojado el ratoncito. Me da asco. Le sigo hablando. Él chiquitito, se sube por los fierros de una bicicleta. Aparece un ratón más grande, que me da miedo, lo huele, lo huele, lo huele, y se lo come, y sigo sintiéndome aún culpable por el pobre pequeñito. Sí. Me da pena y ya han pasado más de 16 horas. 

[Suena la segunda alarma. Creo que aquí despierto del todo].

Qué difícil ha sido este tiempo
llevar los días tan desanimados conectados a mi muñeca derecha con una cadena,
me rompe la piel, me sacó sangre, tengo un corte vertical justo en la zona de las venas.
Qué difícil es siempre tener que ocultarte bajo las tapas de la cama
y combinar siempre al final del día todo lo que queda por hacer, así por obligación y sin gusto
(comer dormirte (para volver a levantarte) estudiar memorizar asegurarte que todo está dormido y largarte a llorar sin interrupciones).


Pd: 248 días, sin interrupción, que no ha habido día en que no he tomado como mínimo una pastilla. Hoy es el último. Maravilloso.
Pd2: siento mucho el desorden. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario