Caemos aquí cuando todo sigue en pie
pero aún no tenemos donde sostenernos.
Caemos aquí cuando nos hayamos lejos de todo,
de todos.
Caemos aquí cuando la decepción llega a las venas
y no encontramos nada más que escribir.
Caemos aquí cuando extrañamos, cuando sufrimos
cuando la vida pierde en estos instantes el sentido.
Caemos aquí para cuestionarnos, el por qué
esperando que Dios o el Diablo lo respondan.
Caemos aquí porque nada es tan inseguro, frágil
y propio como las letras.
Caemos aquí porque ya nada puede salvarnos,
porque las manos en que nos refregamos
pueden tener otro aroma.
Caemos aquí para preguntar por qué somos
por qué llegamos, por qué existimos.
Caemos aquí para arrepentirnos, y rompernos la cabeza
pensando, por qué se fueron, y nos dejaron.
Caemos aquí cuando sentimos que hay cuerpos
más apetitosos que los nuestros.
Caemos aquí porque podremos escribir un libro
y ser eternas sin ser la maldita Biblia.
Caemos aquí para huir del mundo,
para huir de ustedes,
para huir de nosotras mismas,
para salvarnos,
para matarnos,
para existir,
para respirar,
para creer,
para pedir,
en fin:
para vivir.
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