martes, 7 de octubre de 2014

vómito después de una siesta #2

recostarme mirar para arriba o caer de la cama pensando en por qué mierda llega tan poca energía a este rinconcito de la casa. Siempre me despierta el sonido del motor, o del portón, o de las bocinas, o de los taladros. Porque arreglaban el techo y/o encerraban en este castillo rancio. Mi pieza saturada de imágenes que me hacen caer en la tortura nocturna diurna y arreboreal(?). Los meses más largos del año son un poco más fabulosos, porque al amanecer el sol toca la ventana por la derecha y al atardecer por la izquierda y un poco de mi rostro cuando estoy despertando de aburrida, cuando me ahogo en la tortura que imparte mi cabeza. A veces me sentaba en la ventana los días de invierno, sólo a escuchar música, o mirar, o estudiar. Es de lo más incómodo y de vez en cuando deprimente, sobre todo cuando veo los cerros hacia mi izquierda mientras se cubren de neblina y yo no estoy junto a ti para observarlos ni si quiera desde una llamada telefónica...
Antiguamente esta ventana era el principio del fin de un hilo que se conectaría con el infinito y más allá, y el más allá correspondería a una ventana que queda en diagonal a la mía, y la idea era romper con todas las leyes escritas y universales para eso tan hermoso que se le conoce como 'comunicación'. Hoy en día el techo delantero está tan largo que con cuea llega señal de celular o del destino que alguien está llamando a la puerta semiprincipal. Y yo sigo boca arriba esperando algo de luz natural.

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