miércoles, 22 de octubre de 2014

Con el estómago apretujado deseo a ratos des-aparecer, des-hacerme, y morir debajo de las ruedas de un camión que vaya transportando muchas toneladas y tenga frenos de aire. O mejor, debajo de la muchedumbre: es peor que esas weás monstruosas. 
De repente todo, absolutamente todo se va a la mismísima mierda y uno no entiende cómo, ¿CÓMO CRESTA? si uno iba tan bien, uno estaba tan sumiso frente a la realidad, ni desafiándola, ni provocándola, ni nada. Uno estaba frente a ella asumiendo todo de manera calmada, de vez en cuando reclamando cosas. 
Otras veces en cambio, no es que todo se vaya a la mierda, sino que es uno el que se hunde en ella. Y yo me callo la boca y desamarro las manos para que escriban como locas, porque prefiero, de nuevo, escribir esto que contártelo por algún medio (pantalla - teléfono - aire). 

¿Ni un 'y tú cómo estás'? - bien!
No, en realidad es esto  y nada más. O más.

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