Qué fácil es aliviar la culpa regalando palabras al aire con nombre y apellido. Nunca llegan. Yo vomito. Me des-ahogo. Creo que lo leíste. Sé que no es así. No importa, mis disculpas enviadas y yo del cacho me desprendo a medias, por lo menos, para dormir bien esta noche después de cinco o seis días, no recuerdo bien. No deberías leerlo porque a veces mi sinceridad asusta, hace daño, entusiasma, o cualquier cosa que no debería suceder. Las cosas con su trance común y corriente: tú sufriendo por algunos minutos y yo rompiéndome las uñas de nervios. De nervios.
De nervios.
-----------------------------------
mañana: veintidós.
mañana: un mes ha pasado desde el asqueroso nuevo lunes, triste.
mañana: será igual de triste en cuanto a cantidad respecto al último veintidós.
Estoy casi absolutamente segura de que andaré con más ansias de matarme que todos los días anteriores juntos. No tengo idea por qué. La idea se revuelca en mi cabeza con fuerzas desmesuradas desde hace días, incluso en mi estado común de aparente bienestar. Es extraño (mentirme de esta manera, no lo conocía). Debe ser porque me he atrevido a escuchar mi música favorita, y hacerlo siempre duele, duele tanto que uno se empapa de toda esa miseria que uno vivía en ese momento, pues por algo es que se hace favorita, por algo es que toca al fondo de mi ser, por nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario