sábado, 27 de septiembre de 2014

planeando

Cuesta luchar contra la mente de repente. Ella me dice, al volverse fría, que no grite, que duerma, que se vacíe mientras pueda. Pero vaciarse. Y yo estoy tan llena de todo, de dolor y de amor, que a veces creo que me voy a volver loca, en serio, cuando respiro agitada y mi mente trabaja como loca recreando escenas y no  hay nada que la detenga, esperando un abrazo; como si viviese separada dentro de mí misma, rajándose mi piel y la sangre quemándome asquerosamente por dentro. Sí, asquerosa. Yo vivo para sentir. No pretendo enfriar la cabeza. No quiero. Pero sería necesario de vez en cuando saborear las tres de la madrugada en soledad pero consciente de que hay alguien en este mundo que comprenda, que acompañe, que sienta como siento y que no me dejaría experimentar jamás este rancio sabor de individualidad. Quisiera mi mente tener otra mente para compartir sucesos rancios, sucios, de esos que sofocan, y que lluevan los fluidos al hablarnos. Espera mi persona tener un motivo razonable, único, fundamental que no traicione, y que no me haga caer cada diecisiete días en la boca oscura que me consume por falta de seriedad y una mínima cuota de respeto. Algo que me quite el sueño y que al mismo tiempo tenga dónde cobijarme cuando me sienta tan deshecha. Y sin embargo, hoy, quisiera morir ahogada en tu saliva. 
No sentirme estúpida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario