domingo, 7 de septiembre de 2014

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No hay peor situación que la de desconocerse a uno mismo. Aún hay evidencia de que anduviste cerca, y nuestra última mirada no fue más que un trozo de rencor. Desearía que hubiese sido una más veraniega, no en el mes de mayo. En el mes de mayo me propusiste algo que no debía ser. Que debió haber sido pero no fue. Nunca lo logramos.
Ese es el dolor más grande de un ser humano: haber amado tanto para que al día siguiente las sombras de la cama se despegaran para un nunca más. El adiós significa olvido. Y tú sabes jugar muy bien, sabes bailar cueca con el calor del vino tinto. Sabes que el corazón late pero no se ve, y se siente. Conocer perfectamente mis letras, mi pensamiento, mi forma de andar. Esta tortura silenciosa me remece la parte de mi corazón que se fue contigo, me quiebra su punto de unión hacia mí. No era Peter Pan, querido mío, eras tú y estabas perdido. Al estar perdido me buscabas a mí, y así nos perdíamos los dos.
No te estoy recordando, en lo absoluto, no pienses que yo sigo así como seguía hace más o menos un año. No pienses que te ando buscando como loca. Solo pienso que me gustaría un abrazo: un abrazo de la única persona capaz de entenderme en este mundo.
La verdad, no sé si existías o solo eres una creación de mis letras. No sé si esa tarde en el galpón fue real, ni si quiera sé si lloraste en nuestra primera despedida.
Te escribo porque fuiste importante, y siempre sales en algunas de mis palabras. Fuiste esa persona, ¿por qué tenías que irte?
Te quiero, y sólo espero que estés siendo feliz. Y que me recuerdes, quizás no tanto como yo a ti, pero que algún día, solo cinco segundos, espero que recuerdes que existí para ti.

pd. Yo soy feliz. 

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