Contarte cosas extraordinarias siempre se convierte en el fin de mi palabra, de mi cotidianidad, de mi estado de reposo, de mi existencia: es la antimateria, es yo fusionada con no-yo, entonces, nada, cero, ni si quiera cero, nada, que no lleva nombre, no existe. Pero lo intento. A pesar de que esté a punto de desaparecer en mi miseria nocturna. Y bueno, la cosa es que te quiero más de lo que te he dicho que te quiero, y minimizando los términos, me cuido de que no te enteres, por esas casualidades de la vida, por acá antes de que desaparezca frente a ti, quemándonos, fundiéndonos, amándonos de tal manera que no somos conscientes de nuestra energía... a través de un simple par de parpadeos.
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