jueves, 27 de marzo de 2014

Tarde común y corriente en Quillota.

Frío a las cuatro de la tarde. 
Me invaden, 
como el camión de la basura al suelo 
en el momento de su desocupación, 
los dolores a mi cuerpo, 
y quedo hecha un desastre
por dentro y por fuera. 
Es detestable el frío que deshace mis huesos, 
lo imagino y creo 
cuando van anunciando los nuevo lugares muertos 
que no sobrevivieron al invierno.

[gracias por las nuevas canciones].

Me sonríen cuando camino 
laspersonaslosautoslascasitasverdosa-gua
y se hacen pasar por vanidosos. 
Me incomodan,
me molestan, 
me genera una pequeña comezón dentro del estómago 
y me lleno de rabia, me sulfuro. 
Comprendo que es la envidia, 
y soy lentamente dominada por las lágrimas. 

Se tornan ahora insoportables el frío, el dolor de huesos, y las lágrimas. 

Soy vulnerable, soy ahogable. 
Soy manoseable por algunos, 
como una muñequita de trapo, 
que es capaz de dejarse caer hasta el final del pozo 
y se quema las manos con la soga 
cuando intenta escalar de nuevo a la luz. 
Soy desastrosa. 
Soy al mismo tiempo,
la soga que quema mis manos, 
y la que estrangula justo en mi garganta. 
Soy, precisamente, lo que nada se culmina.

Poquito pa' allá poquito pa' acá y náa má! 
brusca está la sombra y chillo iiiiiiiiiiiiiiii

MEDROSILLAIÑAiL

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