Las despedidas serían menos nefastas
si no fueran por un par de kilómetros más
o menos
que se recorren sin nosotros.
Los saludos serían más amistosos
si los días fueran menos trágicos
y más coloridos
sin tanto ser apestoso.
Las conversaciones fluirían más
si te tuviera aquí
con tus manos
y tu aroma veraniego.
Los ojos brillarían en serio
si te vieran entrar,
por ese portón verde
o mejor aún,
por mi corazón.
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