lunes, 24 de marzo de 2014

Mal-di-ción.

No podría darme una mejor definición que:
desastre
Soy un maldito desastre.
Mis ganas actuales no son un gran pronóstico
son más bien simples,
como una piedra golpeándose con otra
o un atún intentando salvarse.
Mis ganas son más o menos,
las ganas que poseen los chanchitos de tierra
las mías son aún peores.
Quisiera enterrarme bajo la arena,
en un sentido más sucio la llamaría tierra,
pero más salvador también porque tiene más agua.
Y no habría ninguna campana para salvarme,
o condenarme,
para seguir allí.
Rasguñaría cada parte de la raíz del árbol,
para que no me deje salir.
Mejor la tiraría hacia mí para ver si me puede convertir
en uno de ellos.
Al menos proporcionan un poco más que yo,
yo solo existo.
Mi época de enamoramiento,
me trae de vuelta mis prácticas idiotas
de dejar al mundo atrás esperando que me persiga:
el mundo nunca va a venir.
Mi época de adolescencia,
se extingue junto a mis años,
se extingue junto a mis días,
y junto a mi cabeza.

Debo irme.
Me convertiré en un lápiz,
y luego podría ser un violín.
Kafka admiraría mi transformación,
y las pocas ganas que tengo hoy de vivir. 

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