sábado, 13 de junio de 2020

cs13j2308

Me acostumbré a tener siempre rollos fotográficos guardados, casi como una parte esencial de la despensa, para que nunca falte, para nunca entrar en la desesperación de que qué hago ahora y que no tengo plata y que cómo consigo. Siento que eso me da cierta libertad creativa, porque tendré el poder de elegir. La libertad es elegir, dijo alguien que no recuerdo o que acaso es conocimiento adquirido por osmosis a través de la almohada durante las noches transmitido desde no sé dónde. Desde el polvo o desde los ácaros supongo. Siempre tengo, entonces, unos cuantos, que me dan la posibilidad de elegir. Prefiero pensar que siempre se me están por acabar, que siempre habrá algún motivo para comprar otro par más para seguir poder eligiendo y así calmar mi interior a quedarme sin la posibilidad de.
Durante época de pandemia, abril creo, pedí un chocolate cuando mis papás fueron al supermercado. Me trajeron un trencito. Luego me compré yo otro. Creo que mi adicción se reactivó desde semana santa y sus huevitos de pascua. Sentía que los merecía, que merecía más chocolate en mi vida. Me duraron como cuatro o cinco días, la misma cantidad de chocolates que mi hermano o mi papá tuvieron y que hasta hoy les duran. Yo no lo entiendo. Por eso necesité chocolate en mi velador. Hoy voy por el cuarto chocolate adquirido, o quinto si es que tomo en consideración ese pequeño chocolate de regalo para la vuelta hace una semana. Hoy puedo decir que también tengo la posibilidad de elegir,

la libertad

de comer

chocolates.

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