Tomando los últimos vestigios del único sol que puedo llegar a recibir durante el día a las 9.30 de la mañana. Recuerdo mis días en ese espacio chico, bullicioso, dañado, con gran tendencia al fallo de cada uno de los elementos que conformaban ese lugar. Lo único que importaba es que tenía un baño personal en la pieza y un ventanal gigante al cual le llegaba sol durante toda la mañana si es que no estaba nublado o si no había vaguada costera (por cierto que es necesario saber diferenciar una cosa de la otra: lo primero parte mal desde el comienzo y una se adecua,, dice, filo, ya está, y te abrigai desde el comienzo. En cambio, lo segundo, es una energía, un calor y una luz que de pronto te arrebata un fenómeno que no sucede tan seguido en el mundo pero que sí pasa seguido en la costa). Al final, en ese espacio cuando todo salía bien, me metía a bañarme en esa ducha del demonio: agua que salía o hirviendo o helada, la presión del agua bajaba de repente y el calefont se apagaba, y por consecuencia, lo fuerte que tenía que tener el agua corriendo porque si no no había manera en que saliera caliente, pero que me terminaba doliendo la piel incluso. Fuera de eso, toda estilando envuelta en toalla, me sentaba en la cama al solcito, me miraba la piel, me echaba crema, me tocaba los pelos recién germinando del cuerpo, cerraba los ojitos y me abrigaba así, estando desnuda bajo el sol, mirando el árbol de los vecinos temporales (temporales porque obvio que yo era el elemento temporal en esa situación). Algunas cuantas veces me tomé fotos, creo que así fueron mis primeros desnudos, con el pelito estilando.
Estas fotos, sin pensarlo, fueron hechas pensando en ellas. Con la vuelta a mi casa de origen perdí todas esas posibilidades de encuentros conmigo misma. Esa mañana pude hacerlo en parte —y a medias—, porque quedé casi sola en la casa varias horas, y logré sentir de nuevo un poco la intimidad que conocí algún día. El baño y la habitación han sido espacios en los que la he encontrado, pero he descubierto otros, y aunque con miedo de habitarlos, los exploro igual. Me expongo pero me cuidan las sombras. La intimidad, la paz, la poca vergüenza, el amor, y el autocuidado. Ahí, en donde sea que esté, mientras esté eso presente estaré yo misma también.
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