martes, 24 de marzo de 2020

(¿cómo titular algo sin que sea una repetición y que a su vez no suene aweonao?)

Acabo de perder el punto exacto de las nubes de hoy porque estaba tratando de pensar en cómo escribir lo que quería escribir. Ese punto exacto tiene que ver con el tiempo (obvio, porque lo pienso como una foto, un momento. En todo caso, ¿en qué dimensiones el tiempo no tiene importancia? Yo creo que en ninguna), con la luz en cierto ángulo, siempre en la tarde, rara vez en el amanecer (porque para eso hay que estar presente, y rara vez estoy presente en un amanecer, mucho menos probable en uno bacán, pienso que suelen ser planos; que alguien me diga lo contrario y lo agradeceré).

Las nubes a veces me recuerdan a mi mamá. Ella siempre cuenta que cuando era chica pensaba que, las nubes al estar en hileras diagonales (no sé por qué serán en diagonal siempre, nunca vertical y horizontal) unas paralelas con otras, pensaba que eran las costillas de Dios, pensaba que Dios era tan grande que abarcaba todo el cielo, y siempre se lo pintaron como pobre y hambriento, en las iglesias su imagen crucificado, en los dibujos, en las historias boca a boca. Desde chica que me contaba que ella pensaba eso y se reía de la situación, por ende nunca llegué si quiera a creerlo porque desde siempre lo planteó como una imposibilidad. Sin embargo lo intentaba harto, creo que cuando niña intenté creer muchas cosas que mi mamá creía porque para mí ella era la verdad absoluta y nos sentía muy parecidas, pero éramos y somos como un par de imanes con el mismo polo, no había manera de coincidir. Nunca pude llegar a pensar realmente que esas nubes en esa dirección eran las costillas de Dios porque tampoco nunca logré creer en él completamente, a pesar de ir a misa, hacer catequesis, y otras cosas que básicamente nos imponen cuando niñ-s.

No hay comentarios:

Publicar un comentario