miércoles, 6 de agosto de 2014
i em i
Nunca pude adaptarme a esta mierda. Descender cada lunes a las seis con diez y siete de noche, consumida por el frío, manos sangradas, articulaciones inflamadas y rodillas trituradas... me hacen prever la leve sensación de perdición entre medio de esqueletos con carne pegoteada a esos, y sus expresiones absorbidas por la enfermiza construcción como a mi temperatura; como estar dentro del sistema digestivo del gran sistema que es, a punto de ser exteriorizada y aparentemente libre, poder ver más que unos cien metros cuadrados de cielo, como sea que esté, pero que esté. Y bueno, respecto a mi pasado, son como dos polos opuestos (no tan opuestos) que discrepan en el trato y en las cerraduras, pero que al menos había algo que observar y no únicamente cuadraditos
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