domingo, 25 de diciembre de 2022

¿Cómo me acompaña la muerte?

 Tomé el primer asiento que en realidad es el cuarto, pero sigo estando en primera fila. El chofer trae la puerta abierta, por lo que si bien a mi derecha voy viendo la carretera y gran parte de los cerros que rodean el valle, a mi izquierda todo lo que veo es todo lo que hace y trae: su teléfono dispuesto de tal forma en que puede tener la pantalla encendida y puede ir manejando a la vez, y una bolsa plástica de con comida adelante. De vez en vez se pone a manejar con los codos para alcanzar la bolsa. Es pan de pascua. Una parte de mí se siente mal por estar viajando un feriado irrenunciable. 

Después de un buen rato en vez de pan de pascua saca una botella de Coca Cola de medio litro que tiene al lado, ya le quedan para unos tres últimos sorbos. Al costado una imagen de San Pío. Cuando lo reconocí de forma tan rápida y clara me sorprendo a mí misma, porque si bien soy la típica persona nacida en los 90 en una familia tradicional de clase media y con padres que se llaman a sí mismos católicos, ni cagando reconozco sus figuras y menos les regalo un rezo. 

Pero ahí está entre mis recuerdos más cercanos y a la vez más dormidos: la pieza de mi abuela. 

Y pienso en que justo hoy en la mañana la recordaba mucho, no sé qué exactamente, pero cada vez que vuelvo a mi pieza en Quillota veo la caja de jugo que me dieron en su funeral y que nunca me tomé pero que tampoco me atreví a botarla. 

Más tarde caí en la cuenta que hoy era navidad, y que fue exactamente hace un año que nos vimos por última vez. Te llevamos galletas decoradas, cola de mono y el regalo de siempre. Te lo di con bombilla hasta que no quisiste más. De nuevo no supe qué conversarte porque me ponía ansiosa tu desencanto, pero no puedo expresar la felicidad que me daba cuando lográbamos que te rieras un poco, pero en serio. Recuerdo que nos despedimos de forma muy alegre, sabiendo que en siete días más nos veríamos de nuevo, para año nuevo. Qué iba a saber yo que días más tarde iba a decidir por primera vez no pasarlo acá, ni tampoco que no podríamos llegar para tu cumpleaños. 

¿Cómo arranco la culpa de este cuerpo? 

lunes, 5 de septiembre de 2022

despertar de noche

 Voy viajando entre cerros. Hay una tranquilidad que me inunda de alguna manera porque voy hacia el poniente, hacia al atardecer, como si de alguna manera estuviera persiguiéndolo. Sé que hacia esos colores está el mar, sé que podría llegar y hundirme en su sonido. 

Vivo entre cerros, entre cerros y el mar. Cerros que me protegen, pero que a la vez también me aíslan.

Ya se hizo de noche, ya no veo nada. Me sumerjo en un viaje sonoro. Hay un montón de cosas que no entiendo y me gustaría tener respuesta para ellas. Esta es en parte la vida que imaginé, pero siento que estoy jugando a ella. No sé en qué momento se va a derrumbar. Quiero preservarla. Se me va a ir. 

¿Habrá algún momento en que funcione de forma pausada y ordenada, sin que mi corazón se detenga? Supongo que eso es lo único a lo que aspiro.

[viernes 2 de septiembre]


Acabo de despertar de una siesta nocturna, esas son las peores. Desorientada, un poco deprimida. ¿Estoy sola en la casa? Al rato noto que sí. Tengo cosas que hacer, la primera de ellas es tomar agua. La segunda es alimentarme. Lo estoy logrando de a poquito. Veo esos grises y blancos y negros y movimientos y profundidades y recuerdo de dónde vengo y hacia dónde quiero ir. Estoy bien acá. Está intenso el proceso.

Como escribió para sí misma la Sofi el otro día, 

"Paciencia perrita que lo bueno llega lento, aunque el fuego interno lo quiera quemar todo. Ante todo tranquilidad."

Yo siento que constantemente me comunico con mis amores de distintas formas a pesar de la distancia. Y me hace sentir en paz. 


[martes 6 de septiembre, 00:19 hrs].

domingo, 4 de septiembre de 2022

 Voy hacia el lado izquierdo del vehículo. Siempre fue ese mi lugar, sentada detrás de mi papá cada vez que los cuatro andábamos en auto. De cierta forma me acomodaba porque como soy zurda, el cinturón pasaba por mi lado izquierdo. Aún así, no tenía ni un problema con cambiar de lado el asiento cuando tenía la suerte de ir de copiloto, y por consecuencia, cambiar de dirección el cinturón. En ese sentido siempre he estado obligada a ser versátil en cuanto a aprender nuevas cosas con mis manos —y mi cuerpo—. Las cosas y la vida están hechas para diestros, por eso siempre mi razonamiento funciona como un espejo para aprender a hacer las cosas de igual forma para que quien me enseñe no se complique al hacerlo. 


Ir a este lado del bus me trae ventajas y desventajas. 

Primero, lo que no me gusta: ir al lado de los autos que vienen en contra. Eso de noche me resulta sumamente molesto porque las luces me llegan en la cara y resulta que soy súper sensible a los estímulos lumínicos —y sonoros—. Yo no sé si me molestará el doble o el triple al chocar con el vidrio de la ventana y luego con el vidrio de mis lentes que se hace aún más extenso y más molesto. Además, interfieren con fotos que pudieron haber sido aún más buenas si no fuese porque un auto se cruzó, aunque esto es relatico: muchas veces los autos cruzándose han sido la única gracia de mis fotos.

Ahora, lo que sí me gusta: Tengo una ridícula obsesión con la oxidación de los materiales y aún más los carteles de carretera. Nada nuevo bajo el sol, solo soy una más entre otros 500 o 5.000 fotógrafos que hacemos fotos de lo mismo. Pero filo, de igual forma me emocionan. Es bueno verlos por su parte trasera, es una expectación tremenda por saber si al otro lado habrá algo o si efectivamente el tiempo y la humedad hicieron lo suyo quizás desde hace cuánto tiempo. Es mejor que en mis fotos los carteles salgan anónimos que con una publicidad horrible. Y segundo, una vez leí que las personas que nos sentábamos al lado izquierdo de los buses teníamos menos probabilidad de morir en un accidente porque el conductor de forma natural intentará girar hacia su propia integridad (o una wea así). 






sábado, 3 de septiembre de 2022

(desde hoy)

miércoles, 16 de marzo de 2016

todo
sigue

y sin sanar


____________________



si no
conocemos
lo disfrutable de nuestro cuerpo

¿por qué luchamos?


Hola. Llegué hasta acá no se como pero me gustó. Son lindas las cicatrices. Cuentan una historia. Hay gente zombie que no las tiene y se olvidaron de sentir.

Abrazos!

Sol.

 Necesito escribir y no lo estoy logrando.


Necesito hacer tantas cosas

y no las estoy logrando

"No te suicides

porque si eso pasa

no sé si dejaría de llorar"

sábado, 27 de agosto de 2022

Rabias perrunas

Tengo más frío que la ctm. Que bueno que tengo memoria, aún, escribiendo en este teclado. Es como si me hubiesen akejado de todo lo que conozco y por ende lo que soy. Tengo sueño, debería ir a dormirme. Quiero escribir sobre perros. 


Aunque eso, en realidad, es, por sobre todas las personas, con preferencia para los ciclistas. 


Todavía no me aprendo los lugares estratégicos de esta ciudad, aún más cuando se trata de perros. Debe ser porque me estoy moviendo todo el tiempo, todos los días. ¿Cómo conocer un lugar si no se está en él? 

martes, 12 de abril de 2022

5 de abril

 han pasado días desde que te fuiste. Si bien en gran parte tu muerte nos tranquiliza, el dolor siempre será inevitable. En realidad nunca había vivido una muerte tan cercana, sólo había acompañado a cercanos con sus duelos. Supongo que también los sentimientos de culpa siempre van a existir de una u otra manera, esa idea de que las cosas pudieron haber sido distintas es tan propia de estos momentos, pero al menos mi mamá hace dos años me otorgó una oportunidad forzada: estabas tan enferma que pensábamos que le quedaba poco tiempo de vida, por lo que me pidió que me despidiera de ti, en vida, cuando aún pudieras escucharme. Recuerdo que fui a tu casa un 7 de marzo, andaba cerca con amigos. Había solcito por la tarde, se proyectaba en tu pared de una forma tan amigable, con proyecciones de sombras de las plantas y del visillo. Te conté recuerdos, te hablé sobre mis ganas de crear, de pintar, de hacer, que sé muy bien dentro de mí que lo heredé de ti. Sé que te incomodaba la espontaneidad tan propia de mi madre y por consiguiente la mía, pero también que nos amabas mucho por eso. Fue duro hablar de forma tan directa y dura, pero hoy agradezco por no haber quedado con cosas pendientes.

En estos más de diez años fue difícil la vida. Fue precisamente cuando empecé a forjarme como persona y trataba de alguna manera hacerte parte de mi vida, a pesar de que me ponía nerviosa hablarte y no recibir respuestas explícitas, con palabras, pero aún así lo intentaba. En realidad nunca pescabas mucho lo que te contaba, supongo que ahí se evidencian las cosas que son banales, pero me hacía inmensamente feliz que te rieras a carcajadas cuando yo y mi hermano nos poníamos a pelear, igual que cuando niños y quedábamos a tu cuidado. 

Las últimas veces que recuerdo tu voz fueron cuando, meses antes de tu acv se murió el Nica, tu marido, también en un abril caluroso. Estábamos en el funeral y segundos antes de bajar el cajón te tiraste encima de él llorando desconsoladamente. Esa imagen me impresionó de sobremanera porque quebraba todo lo que conocía de ti. Meses más tarde, cuando ya estabas postrada en cama, soñé contigo. Conversábamos en la pieza del lado, esa que ahora tiene el vidrio de la ventana roto. Me contabas que lo extrañabas mucho, que todo ese calvario sería distinto si él estuviera contigo, y yo no puedo estar más segura de eso todavía. 

Antes extrañaba que te aparecieras en mis actos del colegio sin previo aviso, desde ahora voy a extrañar ir a contarte cosas que no te importaban en lo absoluto, llevarte copete y dártelo con bombilla en la cama, tomarte de las manos al saludarte y que no me soltaras. 

Tu muerte me duele más que la mierda, pero tu última vida aún más. Me costaba tanto asimilarlo que rara vez lograba conversarlo con alguien que no fuera mi mamá, me pasó con cada una de las personas que pasaron por mi vida estos años. Quizás por lo mismo me costó tanto hacerte fotos de frente, me era más fácil fotografiar las luces en tus paredes. Tu muerte decanta todo este tiempo y se transforma en una tristeza tranquila, serena. 

Un respiro. 

martes, 22 de febrero de 2022

A propósito de mis sueños en donde me he visto gritando tanto:


"Al tomar forzosamente conciencia de mi propia mortalidad, de lo que deseaba y quería de mi vida, durara lo que durara, las prioridades y las omisiones brillaron bajo una luz despiadada, y de lo que más me arrepentí fue de mis silencios. ¿Qué es lo que me daba tanto miedo? Cuestionar y decir lo que pensaba podía ocasionarme dolor, o la muerte. Pero todas sufrimos de tantas maneras todo el tiempo, sin que por ello el dolor disminuya o desaparezca. La muerte no es más que el silencio final. Y puede llegar rápidamente, ahora mismo, más allá de que yo haya dicho lo que necesitaba decir. Sólo me había traicionado a mí misma en esos pequeños silencios, pensando que algún día iba a hablar, o esperando que otras hablaran. Y empecé a reconocer una fuente de poder dentro de mí al darme cuenta que no debía tener miedo, que la fuerza estaba en aprender a ver el miedo desde otra perspectiva.

Yo iba a morir tarde o temprano, hubiera hablado o no. Mis silencios no me habían protegido. 

(...)

¿Qué palabras les faltan todavía? ¿Qué necesitan decir? ¿Qué tiranías tragan cada día y tratan de hacer suyas, hasta asfixiarse y morir por ellas, siempre en silencio?".


(extractos de "La transformación del silencio en palabra y en acción", Audre Lorde). 

martes, 8 de febrero de 2022

Llevo como dos meses de distintas luchas con mi cuerpo. A veces pienso que es contra él, pero en realidad es junto a él, o al menos ahora trato de verlo así. Luego pienso que hay tantas batallas en mi cabeza que el cuerpo aúlla de la forma que puede. 

Veo cosas allá afuera que dejo que hablen por mí, o descanso en ellas. Películas, canciones.

Había soñado con mi garganta también, hay formas de verse dentro de una misma y los sueños son una de ellas. 

Luego de dos días de ese sueño desperté con ella irritada y resulta que al otro día di positivo a covid. Cuando leí el resultado me dio una especie de tranquilidad y a la vez de pena, fue súper raro. Algo entre que "cómo no me iba a dar en estos dos años" y un miedo que es difícil de explicar. También algo de risa porque ya estas semanas han sido un poco el colmo, supongo que es una forma de rematar lo ridículo que puede llegar a veces a ser todo. 

He estado bajita de ánimo y energía, pero mi cabecita ha logrado descansar aquí un poquito. He podido descansar mejor y subir un poco de peso. Todo está un poco más tranquilo. 

Y así,

a pasos pequeños.

 Nunca sé bien cómo empezar. Me cuesta ordenarme. Esto más bien parece un vómito. El concepto de vómito nunca me ha dado asco, más bien siempre ha funcionado como una clara referencia a lo que me pasa, de una forma metafórica, pero también literal. Es tanto lo que me pasa que termino expulsando todo como un volcán. Eso también es una buena referencia a lo que me pasa. Mi cuerpo aguanta resiste tanto tan seguido. Ya no puedo. 


Mi garganta está dañada, es harto lo que le ha pasado. He soñado con ella, ya no puedo forzarla más. El covid me afectó primero por ahí, fue la primera señal. Es lo que más he intentado cuidar. Si sigue callada, ya no sé qué más. Cuando lloro se cierra. Cuando lloro ya no puedo comer más. ¿De qué formas está gritando esta carne? 


Ahora bien lo de mis tetas ya no entiendo bien qué es. Van y vuelven en su dolor. Es tanto lo que está sucediendo en un solo cuerpo, yo solo me digo a mí misma que no es para tanto. No es bajarle el perfil, es invitarme a verlo desde otro punto, no tanto desde víctima. Lo intento todo el tiempo. 


Quiero escribir relatos. Ya no puedo tanto. He perdido el ritmo, tengo que leer más. ¿Cómo leer si no tengo libros a mano? Están todos escondidos. Quiero leer algo que me entienda. Las letras me leen a mí. El entorno me vive a mí. Es una respuesta. Pasa por sí solo. 


Estoy cansada, estoy tan cansada. Yo sé que puedo seguir un rato más. ¿Qué decisiones estoy tomando? Quedo con sueño después de las terapias. No sé si me estará faltando oxígeno o qué. Completé mis tareas, tengo miedo de seguir, con los cambios. Estoy agradecida de estos días, he podido calmarme un poco. Tengo sueño, no puedo seguir durmiendo. Me siento bajita, disminuida. Solo quiero descansar en unos brazos un momento. 


Quiero tanto hacer cosas, siento tanta envidia. Mi energía se está esparciendo por todos los rincones de este planeta, estoy perdida. Estoy confundida, dispersa, desconcentrada. La pena a veces es tanta que me pierdo de mí misma.

martes, 18 de enero de 2022

 en realidad, no sé muy bien qué estoy haciendo. Sólo sé que llevo un tiempo prolongado sin poder escribir desde la guata. Siento que me alejo tanto de mí misma, estoy perdida de tanto estar acá. Siento que ya no sigo, que me quedé atrapada en un espacio tiempo entre tanto recuerdo y tanta luz falta de movilidad y no sé. Todo cambió, todo se sigue sosteniendo de alguna que otra manera no tan buena realmente. Perdí tantos caminos, intento hacerlos por mi cuenta. Me hace falta soñar. Me hace falta avanzar. Dejar atrás. Siento que no puedo escapar de este loop infinito de producción, la cabeza ya no me da más. Las manos el cuerpo está por el suelo. Me cuesta dormir, me cuesta soñar. Al menos he reconocido un paisaje anterior a mí. Eso sí que suena real. Me conmovió de sobremanera sentirlo, y es que la gente no me cree, no me creerá nunca. Pero sé que fue real. Sé que existe. Sé lo que sentí.


Qué son los recuerdos? no sé. Me hacen sufrir. A veces quiero olvidar más de lo que ya olvido.