He estado de frente a mí misma tantas veces,
como nunca antes.
La insistencia y la impotencia han persistido en el camino.
Soy un ser
temeroso: no había sentido tanto miedo antes en mi vida.
Estuve atenta a los encuentros, coincidencias y señales. Era difícil que un cuerpo como este soportara tantos cambios, pero me subestimé, una vez más. He soñado con fuego, con burlas, con mentiras y con firmeza. He tomado pésimas desiciones y también he tomado otras que jamás pensé que me atrevería a tomar. Un cambio de paradigma en el vivir. Descansar una semana y volver a ahogarse en veneno durante ocho meses. Me dejé escrito en una nota «el pasado es un cárcel» y «abandona la esperanza de que suceda a tu manera»: me los tatuaría en la memoria.
¿Ha sido difícil? Sí. Ha sido agotador tanto cambio. Había escrito hace tres meses que todo me expulsaba de sí mismo, ahora no creo que sea tan así. Hablaba una vez con la D sobre el encierro y el estar ante una misma. Luego un documental de la Cecilia Vicuña me lo vino a confirmar, estar presente, estar ante una. Y creo que es lo que más me ha costado siempre.
Lo único que recuerdo son los extremos de todo esto, el resto es pura nebulosa. La caída en mi bicicleta en el cerro a principio de año resultó finalmente ser la primera pieza del dominó que se cayó para convertirlo en una ola de sucesos que cambiaron todo lo que conocía. Hoy miro todo con un dejo de tristeza, porque no ha sido de otra manera. Pero han habido almas con quienes hemos congeniado en espacios y tiempos específicos. El día del eclipse, por ejemplo, K me lo recordó, y volviendo después del evento me dijo «tú tranquila, hoy estás protegida», terminando de transformar la energía de ese día para algo que aún no logro procesar. Y ha estado bien.
Hasta hace un año me escribía «el pelo crece» constantemente como forma de recordarme que las cosas toman el tiempo que necesitan, y también para molestarme a mí misma la mala decisión del corte cortísimo de pelo, pero que en el fondo a quién chucha le importaba y que nunca iba a importar realmente.
Hoy, a este ser temeroso le dejo escrito como recordatorio: Permitir que el fuego queme y que el agua se desborde.
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