Encontré una nota de hace un tiempo que decía: Sacar fotos es obligarte a mirar tus heridas. Antes mis fotos cumplían uno, dos, o tres años, y sucede que ya desde el año pasado empezaron a cumplir diez. Desde ahora mis primeras fotos análogas empiezan también a cumplir una década. Y vaya que uno piensa que lo cotidiano nunca va a terminarse a veces, o al menos veo esas fotos, me veo a mí en esos recuerdos, y ahí está todo: las amistades, los chalecos favoritos, las luces de las casas favoritas, las plazas.
Lo primero que hoy ví —después de los últimos mensajes que me envió anoche Javi y que yo veo leo despierto— fue que se murió el bajista de los Smiths. Obvio que no pienso diariamente en si estarán vivos o estarán muertos porque simplemente ahí están, compartiendo este plano terrenal conmigo a pesar de que nunca se van a enterar que existo. Y como una necesidad absurda cuando ocurren estas muertes repentinas escuché todo el día sus discos. Hace diez años no había día en que no los escuchara y creo que no hay canción que no me encante de ellos. Pensé también en que el primer disco que me compré, Strangeways, Here We Come, me lo compré el 2016 en mi segundo año de U cuando recién me acostumbraba un poco más a esa nueva vida que había partido un año antes. Una de mis primeras cianotipias que hice cuando por fin dominaba bien la técnica, ya en el verano del 2018, fue la imagen de la portada del Rank.
Y así, cada canción banda o disco lo relaciono sin querer a épocas de mi vida bien determinantes y fotos que no sabía que serían tan relevantes para mí en el futuro.
A veces me impaciento mucho cuando no me está gustando lo que hago —esa necesidad absurda de producir obras—, pero me recuerdo que antes soy persona y que en un par de años más tal vez rescate unas 10 fotos en total de todo este año o de todo este tiempo habitando en Santiago.