viernes, 25 de junio de 2021

Una mañana de jaquecas.

Empezó a llover y se confundían las gotas con mis pensamientos, estaba siendo bombardeada por rabias y contradicciones. Esa noche me dormí temprano para no pensar más, dormí nueve horas /pero pensé más/ soñé mucho/ desperté abombada/cansada. Eso terminó transformándose en una jaqueca que los primeros quince minutos de mi día no entendía lo que significaría. Una hora y media más tarde entendí qué significaría. Mejor me levanto a tomar agua a ver si sólo era deshidratación. Mejor me tomo dos melipass y veo si es que sólo era tensión transformada en bruxismo. Mejor me levanto y siento el agua de la ducha y salgo del encierro a ver si era algo mental. Me di cuenta que no se me pasaba con nada de esas soluciones cotidianas porque ya sentía náuseas, así que tuve que obligarme a comer para preparar mi estómago para recibir la bomba de pastillas que sabía que vendría. Decidí hacer mi cama para que estuviera lsita a la vuelta, mientras la hacía me sentía cada vez peor y me lamentaba de que por qué no me levanté antes, que si ya me hubiera tomado la pastilla hace una hora en este momento ya no estaría a punto de vomitar mientras hacía la cama. Que por qué estaba haciendo la cama y no iba camino a la farmacia, que habría un desfase de 5, 10 o 20 minutos de aliviar mi jaqueca, pero que si no la hacía más rato igual estaría tan mal que no podría ser capaz de hacer mi cama. Y salí, y busqué mi paraguas que no usaba del año pasado, mi paraguas rojo, ese bien bueno de La Copec, con nubes al interior, con la punta de madera, con la punta de la punta metálica. Salí con lluvia sin importarme mucho, sólo quería llegar. Habían dos verdes en la esquina donde siempre hay rojos, pensé que este día no sería tan malo. No esperé nada en la fila. Por primera vez me compré dos cajas porque esta vez me lamenté más que nunca no haber tenido pastillas a mano. Y llegué a casa, y me tomé una y media, y me acosté, me estaba esperando el guatón. No dormimos cucharita pero ahí estaba. Me intenté dormir, sentía que estaba a punto de vomitar. Ya no quería existir más, me puse a rogar para nunca más sufrir una jaqueca. Haría un pacto con el diablo si fuera posible, un pacto con el diablo para no sufrir más jaquecas. Para apagar mi mente. Para nunca más querer vomitar. Para nunca más ser consumida por mí misma. 

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