No era primera vez que escuchaba su nombre. Todo tenía tanto sentido: los colores, las sombras, el movimiento. Y luego la repetición. Aquí, allá. Más cerca. En todos lados se aparecía. Se sigue apareciendo. Empieza a cobrar sentido. Todo empieza a tener un orden, una correlación infinita hacia todas las direcciones.
Me despierta alegría. Llanto. Nostalgia.
Provoca algo en mí.
Me recuerda a mi madre,
a que reconozco la forma de entonar su voz cuando me miente intentando quererme un poco más de lo que es en realidad.
Reconozco
el pasado
la tristeza abundante,
lo único estable en mí.
Ya no sana,
continúa allí.
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